jueves, 17 de diciembre de 2015

Las ballenas de Quissico - Mia Couto

Sólo estaba sentado. Nada más. Simplemente así, sentadísimo. El tiempo no lo molestaba. Lo dejaba. Bento João Mussavele.
Pero no daba pena. La gente pasaba y veía que él, allí dentro, no estaba parado. Cuando le inquirían, respondía siempre igual:
    • Estoy refrescándome un poquito.
Ya debía de estar muy refrescado cuando, un día, decidió levantarse.
    • Ya me voy.
Los amigos pensaron que él regresaba a la tierra. Que había decidido finalmente trabajar y se había dispuesto a abrir una machamba1. Empezaron los adioses.
Algunos se arriesgaron a replicar:
    • ¿Pero a dónde vas?Tu tierra está llena de bandidos.
Pero él no oía. Había escogido su idea, era un secreto. Se lo confesó a su tío.
    • Sabes, tío, ahora hay demasiada hambre allí en Inhambane. Las personas se están muriendo todos los días.
Y movía la cabeza, parecía condolecido. Pero no era sentimiento: solamente respeto por los muertos.
    • Me contaron una cosa. Esa cosa me va a cambiar la vida. - Hizo una pausa, se enderezó en la silla: - Sabes lo que es una ballena... no sé cómo...
    • ¿Ballena?
    • Eso mismo.
    • ¿Pero a cuento de qué viene la ballena?
    • Porque apareció en Quissico. De verdad.
    • Pero no hay ballenas, yo nunca las vi. Y aunque apareciese, ¿cómo saben las personas el nombre del animal?
    • Las personas no conocen el nombre. Fue un periodista quien dijo esa cosa de ballena, no-ballena. Solo sabemos que es un pez grande, que viene a posarse en la playa. Viene de parte de la noche. Abre la boca y, chii, se vieras allí dentro... está lleno de las cosas. Mira, parece almacén pero no de esos de ahora, almacén de antiguamente. Lleno. Lo juro, en serio.
Después, dio los detalles: las personas llegaban cerca y pedían. Cada uno, según. Cadaunamente. Sólo había que pedir. Así sin exigencias ni guía de marcha. El bicho abría boca y salía almendra, carne, aceite de oliva. Bacalao, también.
    • ¿Ya lo viste? ¿Un tío allí con un carro? Cargas las cosas, llenas, lo traes aquí a la ciudad. Vuelves otra vez. ¿Ya viste el dinero que sale de ahí?
El tío se rio con ganas. Aquello parecía una broma.
    • Todo eso es fantasía. No hay ninguna ballena. ¿Sabes como nació la historia?
No respondió. La conversación ya estaba gastada, en el educado fingimiento de oír; el tío prosiguió:
    • Es la gente de allí que tiene hambre. Mucha hambre. Después inventan esas apariciones, parecen Chicuembo. Pero son espejismos...
    • Ballenas – corrigió Bento.
No se movió. No era aquella duda lo que lo haría rendirse. Había que pedir, buscar la forma de juntar el dinero. Y empezó.
Callejeaba todo el día, para atrás y para delante. Habló con la tía Justina que tiene un puesto en el bazar con el otro, el Marito, que tiene un negócio de carretas. Desconfiaron, todos ellos. Él que fuera allí primero, a Quissico, y encontrase pruebas de la existencia de la ballena. Que trajese algunos productos, preferiblemente botellas de aquella agua de lisboa que, después, ellos lo ayudarían.
Hasta que un día decidió prepararse mejor. Preguntaría a los sabios del barrio, a auel blanco, el Sr. Almeida, y a otro, negro, que respondía al nombre de Agostinho. Empezó por consultar al negro. Habló rápido, la cuestión que lo traía.
    • En primer lugar – dijo el profesor Agostinho -, la ballena no es lo que a primera vista parece. Engaña mucho la ballena.
Sintió un nudo en la garganta, la esperanza desmoronándose.
    • Ya me dijeron Sr. Agostinho. Pero creo en la ballena, tengo que creer.
    • No es eso, querido. Quiero decir que la ballena parece aquella que no es. Parece un pez pero no lo es. Es un mamífero. Como yo y como tú, somos mamíferos.
    • ¿Entonces? ¿Somos como la ballena?
El profesor habló durante media hora. Se aplicó mucho con el portugués. Bento con los ojos expectantes, ávido en aquella casi traducción. Pero la explicación zoológico fue detallista y la conversación no satisfizo los propósitos de Bento.
Intentó en casa del blanco. Atravesó las avenidas cubiertas de acacias. En los paseos los niños jugaban con los estambres de las flores de las acacias. Mira esto, todos mezclados, hijos de blancos y de negros. Si fuese en el tiempo de antiguamente...
Cuando llamó a la puerta de red de la residencia de Almeida un empleado doméstico lo acechó, desconfiado. Venció con una mueca la intensidad de la luz exterior y, cuando se dio cuenta del color de la piel del visitante decidió mantener la puerta cerrada.
    • Estoy pidiendo hablar con el Sr. Almeida. Él ya me conoce.
La conversación fue breve, Almeida no respondió ni sí ni no. Dijo que el mundo andaba loco, que el eje de la Tierra estaba cada vez más inclinado y que los polos se estaban enfadando. O achatando, no entendió bien.2
Pero aquel discurso vago le dio esperanzas. Era casi una confirmación. Cuando salió, Beno estaba eufórico. Ya veía ballenas extendidas perdiéndose en la vista, serpenteando en las playas de Quissico. Centenas, todas cargaditas y él pasándoles revista con una carreta station, MLJ.
Con el poco dinero que había acumulado compró el billete y partió. Por la carretera se veía la guerra. Los destrozos de los autobuses quemados se juntaba al sufrimiento de los campos castigados por la sequía.
    • ¿Ahora sólo el sol llueve?
El humo del autobús en que viajaba entraba para la cabina, los pasajeros reclamaban pero él, Bento Mussavele, tenái los ojos bien lejos, viajando ya la costa de Quissico. Cuando llegó, todo aquello le parecía familiar. La ensenada se aguaba por las lagunas de Massava y Maiene. Era bonito aquel azul disolviéndose en los ojos. Al fondo, después de las lagunas, otra vez la tierra, una línea castaña estacando la furia del mar. La tozudez de las olas fue creando heridas en aquella muralla, ciñéndola en islas altas, parecían montañas que emergían del azul para respirar. La ballena debía presentarse por allí, mezclada con aquel gris del cielo al morir el día.
Bajó con el pequeño saco a cuestas hasta llegar a las casas abandonadas de la playa. En otros tiempos, aquellas casas habían servido para fines turísticos. Los portugueses no llegaban allí. Sólo los sudafricanos. Ahora, todo estba desierto y únicamente él, Bento Mussavele, gobernaba aquel paisaje irreal. Se arregló en una casa vieja, instalándose entre restos de muebles y fantasmas recientes. Allí se quedó sin darse cuenta del ir y venir de la vida. Cuando el mar se levantaba, fuese la hora que fuese, Bento bajaba al reventón y allí se quedaba vigilando las tinieblas. Chupando de una pipa vieja y apagada, cavilaba:
    • Há de venir. Lo sé, há de venir.
Semanas después, los amigos fueron a visitarlo. Arriesgaron el camino, en los Oliveiras, cada curva en la carretera era un susto asediando el corazón. Llegaron a la casa, después de bajar la ladera. Bento estaba allí, dormitando entre platos de aluminio y cajas de madera. Había un colchón viejo deshaciéndose sobre un somier. Sobresaltado, Bento saludó a los amigos sin dar grandes confianzas. Confesó que ya había cogido cariño a la casa. Después de la ballena, había que meter muebles, de esos que se ponen contra las paredes. Pero los mayores planes estaban en las alfombras. Todo lo que fuese suelo o que a ello se pareciese sería tapizado. Incluso las inmediaciones de la casa, también, porque la arena es un rollo, anda siempre en los pies. Era especial una alfombra que se extendía por el arenal, uniendo la casa al lugar donde desembarcaría la dicha.
Finalmente, uno de los amigos abrió el juego.
    • Sabes, Bento: allí en Maputo están difundiendo que eres un reaccionario. Estás aquí, como estás, sólo por causa de esa cosa de armas no-armas.
    • ¿Armas?
    • Sí – ayudó otro visitante. - Sabes que Sudáfrica está abasteciendo a los bandos. Reciben armas que vienen por el camino del mar. Es por eso que están diciendo muchas cosas sobre ti.
Él se puso nervioso. Eh, tío, ya no aguanto sentado. Sobre quien recibe armas no sé, repetía. Estoy esperando la ballena, nada más.
Se discutió. Bento siempre a la delantera. ¿Qué se sabía allí se la maldita ballena no venía de los países socialistas? Hasta incluso el profesor Agostinho, que todos conocen, dijo que sólo faltaba ver cercos volando.
    • Espera ahí, hombre. Ahora ya empieza una historia de cercos cuando aún nadie vio la mierda de la ballena.
Entre los visitantes había uno que pertenecía a las estructuras y que decía que tenía una explicación. Que la ballena y los cercos...
    • Espera, los cercos no tienen nada que ver...
    • Cierto, deja ahí los cercos, pero la ballena esa es una invención de los imperialistas para que el pueblo se esté quieto, a la espera de que la comida llegue siempre de fuera.
    • ¿Pero los imperialistas andan inventando ballenas?
    • Inventaron, sí. Ese rumor...
    • ¿Pero quién dio ojos a las personas que la vieron? ¿Fueron los imperialistas?
    • Vale, Bento, tú quédate, nosotros ya nos vamos.
Y los amigos se fueron, convencidos de que allí había hechicer´´ia. Alguien había dado una medicina para que Bento se perdiese en la arena de aquella espera idiota.
Una noche, el mar roncando en un enfado sin fin, Bento despertó sobresaltado. Estaba temblando, parecía atacado de paludismo. Se tocó las piernas: ardían. Pero había un señal en el viento, una adivinanza en la oscuridad que lo obligaba a salir. ¿Sería una promesa, sería una desgracia? Se acercó a la puerta. La arena había perdido su sitio, parecía un látigo entrado en cólera. De repente, debajo de los remolinos de arena, él vio la alfombra, la tal alfombra que él había extendido en su sueño. Si eso fuese verdad, se allí estuviese la alfombra, entonces la ballena había llegado. Intentó afinar los ojos disparándose de la emoción pero los mareos le derribaban la vista, las manos pedían apoyo al umbral de la puerta. Se metió por el arenal, completamente desnudo, pequeño como una gaviota de alas quebradas. No oía su propia voz, no sabía si era él quien gritaba. Ella vino, ella vino. La voz estallaba dentro de su cabeza. Estaba ya entrando en el agua, la sentía fría, quemando los nervios tensos. Había más adelante una mancha oscura, que iba y que venía como un corazón torpe y beodo. Sólo podía ser ella, así de huidiza.
En cuanto descargase las primeras mercancías él se metía un pedazo de comida porque el hambre hacía mucho que le disputaba el cuerpo. Sólo después arreglaría el resto, aprovechando las cajas viejas de la casa.
Iba pensando en el trabajo que faltaba mientras caminaba, el agua ahora envolviéndolo por la cintura. Estaba ligero, tal vez la angustia le hubiese vaciado el alma. Una segunda voz se fue apareciendo, mordiéndole los últimos sentidos. No hay ninguna ballena, estas aguas te van a sepultar, te van a castigar del sueño que acariciaste. Pero, ¿morir así porque sí? No, el animal estaba allí, se oía su respiración, aquel rumor profundo ya no era la tempestad, era la ballena llamándolo. Sintió que ya sentía poco, era casi sólo aquel frescor del agua tocándole el pecho. ¿Qué invención, que qué? ¿No dije que era necesario tener fe, más fe del que duda?
Habitante único de la tempestad, Bento João Mussavele fue siguiendo mar adelante, sueño adelante.
Cuando la tempestad pasó, las aguas azules de la laguna se acostaron, otra vez, en aquella calma secular. Las arenas volvieron a su lugar. En una casa vieja y abandonada quedaban las ropas desaliñadas de Bento João Mussavele, guardando aún su última fiebre. Al lado había un saco conteniendo los restos de un sueño. Hubo quien dijese que aquella ropa y aquel saco eran prueba de la presencia de un enemigo, responsable de la recepción del armamento. Y que las armas serían transportadas por submarinos que, en historias que pasaban de boca en boca, habían sido convertidos en las ballenas de Quissico.

1Machamba: Voz autóctona. Se refiere a un campo agrícola.

2Juego de palabras en portugués, chatear significa enfadar, que es una palabra mucho más común en la lengua coloquial que achatar, por lo que Bento, que está poco habituado al lenguaje del profesor, se confunde.


Mia Couto y la realidad de lo fantástico

Mia Couto, escritor mozambiqueño, es uno de los grandes nombres de la literatura en lengua portuguesa. Dio sus primeros pasos en la escritura como poeta, y aunque a estas alturas haya publicado numerosas novelas y cuentos; mantiene su estilo poético como una seña de identidad.

 

Hay quien dice que la realidad supera a la ficción, de alguna manera dando por hecho que existe algún tipo de contradicción entre ambas. Mia Couto anula este malentendido haciéndonos evidente que la poesía y la fantasía forman parte de la esencia misma de la realidad. Y es que los seres humanos concebimos el mundo a partir de nuestra propia fantasía. Convertimos realidades en símbolos, llevamos opiniones hasta un extremo caricaturesco, mezclamos las ideas con las pasiones y nos movemos de acuerdo a motivaciones hechas a medida de un mundo que es solamente nuestro. La atmósfera materialista en la que vivimos tiende a olvidar que la realidad más tangible que poseemos es ese mundo desfigurado en el que nos movemos, que tendemos a llamar subjetividad.

Sin duda el país de procedencia influye enormemente en la literatura del autor, y aunque Mia Couto haya bebido y se haya influenciado de aquella literatura llamada culta y transmitida a través del papel; ha señalado públicamente cómo el imaginario colectivo que se transmite de manera oral lo ha marcado como escritor. La baja cifra de población alfabetizada y el nivel de desarrollo tecnológico de Mozambique hace que la construcción del imaginario por medio oral todavía prevalezca sobre la escritura y sobre el audiovisual. Mia utiliza el modo en que la naturaleza humana otorga significados a elementos fantásticos y los asume como parte esencial de la vida real.

En 1986 publicó su primer libro en prosa, un volumen de cuentos titulado “Vozes Anoitecidas”. En este libro aparece un cuento titulado As Baleias de Quissico, que podéis leer traducido pinchando aquí. Este cuento sintetiza estupendamente las fuerzas que guían el desarrollo de la literatura de Mia Couto. El argumento está basado en la tensión que existe entre todos los niveles de la realidad en que nos manejamos, desde la realidad social, política y enteramente objetiva hasta el mundo ficticio desligado del exterior en que podemos llegar a situar nuestra experiencia.

En una de sus novelas: Jesusalém (2009) crea un personaje profundamente poético que le sirve para expresar ciertos aspectos de la realidad de una manera mucho más entendible de lo que lo haría una explicación racional o científica. Silvestre Vitalício lleva a sus hijos a instalarse en medio de la nada. El hombre los educa en el convencimiento de que no existe nada más que ellos en el mundo. No existe una realidad externa, no existe humanidad, no existen mujeres, ciudades ni dioses.

Silvestre llega a este estado mental rebotado de un profundo dolor que le hace renegar de la vida. Su mundo se desfigura y él trata de proteger su paz mediante el autoconvencimiento. El pequeño de sus hijos no recuerda otra vida anterior a este estado de aislamiento, y él es quien asume la voz narrativa, por lo que convierte en real la locura de su padre. Mwanito, que así se llama, percibe la vida de una manera estática, donde el tiempo no existe y no es posible concebir ningún tipo de añoranza del pasado ni esperanza del futuro.

La estructura del libro, además, hace que partamos de ese universo creado por un loco; para más tarde adentrarse en sus motivos, en sus causas, y en definitiva, en todo lo que él trataba de negar y omitir. Mia Couto nos lleva a los estados más irreales que puede alcanzar el espíritu humano, nos coloca dentro de ellos y nos hace sentirlos como propios, para después ligarlos al mundo y a las realidades más objetivas, como el machismo o la violencia.

En conclusión, Mia Couto trata los temas de la realidad objetiva como la política y la sociedad; pero lo hace en la misma dirección en que la experimentamos como seres vivos; desde el mundo desfigurado de nuestra subjetividad. A veces es más exacto decir que alguien mastica sus fantasmas, en vez de explicar que está experimentando sufrimiento causado por el recuerdo de experiencias de su pasado que todavía no le dejan de preocupar. Sí, no es solamente más corto; es también más exacto, en la medida que todos lo comprendemos.

viernes, 10 de abril de 2015

Poemas en Prosa - Oscar Wilde

No conozco piezas de mayor belleza literaria que estos Poemas en Prosa de Oscar Wilde. Dando las justas y preciosas pinceladas, parece que cada frase es música y color, y no encontramos jamás una tosca descripción o un simple avanzar narrativo de la historia. Wilde no quiere contar una historia, sino hacer sonar nuestra imaginación.

Los nombres de los personajes y los lugares traen reverberaciones preciosistas a nuestra mente, los diálogos son de una gran sensibilidad. Los hechos, protagonizados por seres alegóricos e inmateriales, crean esa sensación de irreal realidad de cuando a temas del espíritu se refiere.

Estos Poemas en Prosa son una chuchería literaria, un caramelo que se lee sin darse cuenta; un dulce que no empalaga y que no necesita que nos remanguemos para comer. Un libro para tener en el cajón de la mesita de noche, y sacar a relucir de vez en cuando, como el brillo de pequeños diamantes. Aquí dejo una muestra, el resto es vuestra labor:



El artista:

Un día nació en su alma el deseo de modelar la estatua del «Placer que dura un instante». Y marchó por el mundo para buscar el bronce, pues sólo podía ver sus obras en bronce.

Pero el bronce del mundo entero había desaparecido y en ninguna parte de la tierra podía encontrarse, como no fuese el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida».

Y era él mismo con sus propias manos quien había modelado esa estatua, colocándola sobre la tumba del único ser que amó en su vida. Sobre la tumba del ser amado colocó aquella estatua que era su creación, para que fuese muestra del amor del hombre que no muere nunca y como símbolo del dolor del hombre, que se sufre toda la vida.

Y en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua.

Entonces cogió la estatua que había creado, la colocó en un gran horno y la entregó al fuego.

Y con el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida» modeló la estatua del «Placer que dura un instante».


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El mono-hombre de Kafka

Hoy he visto una cosa curiosa que me recordó automáticamente un relato de Kafka. Fue un perro, de calle, caminando por la acera. Él llegó a un cruce de cuatro calles, y se detuvo frente al paso de cebra. Aunque evidentemente no observó el semáforo, se pudo apreciar cómo atravesó por el paso de peatones a la calle de enfrente, y luego a la de la derecha, de nuevo por el paso de cebra. Podía haber atravesado en línea recta, por el medio de la carretera; sin embargo, por algún motivo no casual prefirió los pasos habituados a tal fin.


Un ejemplo de lo que ya Kafka interpretó en su tiempo: la humanización de las especies. Su relato, trata sobre un mono-hombre (que no hombre-mono) el cual explica frente a un auditorio, con las palabras más elegantes y el razonamiento más fino de los humanos, su paso de mono común a mono humanizado, habiendo aprendido los modales y el habla. Esta observación, sin duda ciencia ficción, posee también un componente real en la base, al estilo de H.G. Wells; quien trató también el tema en su Isla del Dr. Moreau.


La diferencia entre estos dos autores es que Wells, que imagina a través del optimismo científico de la época, presente el asunto como un experimento cruel. Para él, se trata del humano manipulando la naturaleza, metiendo en ella su mano fisgona y torturándola. Presenta, por ello, animales humanizados, que son monstruos. Si bien he sentido siempre una gran admiración por Wells y su forma de extender mediante la ciencia ficción ciertas realidades humanas, en este punto me parece más acertado el trato de Kafka. Su mono-hombre no sufre en absoluto una transformación desvirtuada, no es un monstruo, parece ser más bien un cambio nacido de la propia naturaleza del animal expuesta a determinadas condiciones. Su personaje manifiesta que su humanización (total en costumbres, medio de vida, hogar, etc...) no fue ni un sufrimiento ni una mejoría. Evitando la tentadora idea de pensar que para un mono sería grato volverse humano, Kafka escapa de este antropocentrismo y pone en boca del protagonista la expresión de que su metamorfosis no fue ni grata ni desagradable, sino indiferente.


Ese creo que es el punto clave del asunto. Pues esa indiferencia es con la que cambian las costumbres y la vida adaptándose a las circunstancias. El hecho de que las especies evolucionen no es ni mejor ni peo, simplemente es. Y así ejemplos como el del perro callejero demuestran cómo no solo las personas nos adaptamos a las urbes, sino que los animales que comparten nuestro entorno también lo hacen. Hoy se sabe que las condiciones de vida influyen en el genotipo, y por tanto se dan cambios y mutaciones según el estilo de vida y las habilidades más desarrolladas por un ser vivo a lo largo de su vida. Por tanto, cuando veo que perros cruzan adecuadamente la calle, que los gatos imitan tonos humanos que mueven a empatía, que a los loros se les pide que hablen y demás... Me pregunto cuán lejos estamos de ver algo así como el mono de Kafka. Y nosotros mismos... ¿En qué nos podremos convertir?

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jueves, 9 de abril de 2015

Moby Dick - Olivier Jouvray y Pierre Alary

El guionista Olivier Jouvray y el dibujante Pierre Alary unieron fuerzas para parir el ambiciosísimo proyecto de versionar la famosa novela de Herman Melville: Moby Dick


Digo que el proyecto es ambicioso porque la historia del leviatán es el monumento a la exhaltación y la profundiad poética propia de la literatura americana, adaptada a un género literario que se caracteriza por cierta livianeza en sus obras. A mi parecer se trata de una excelente noticia para el mundo del cómic, que viene necesitando de esta amplitud, y que puede demostrar que como formato artístico es capaz de llegar a todas las sensibilidades y expresar todas las emociones.

La historia basa su fuerza poética sobre todo en un endemoniado capitán que, obcecado por la idea de dar caza a una famosa ballena conocida como Moby Dick, despliega toda una serie de misticismos y pensamientos sobrenaturales que, al lado de su voluntad inquebrantable parecen realzarse y convertirse en realidad. Del mismo modo, a esta beligerante ballena se le han atribuido características como la capacidad de pensamiento, en concreto, de pensamiento malvado, y una violencia fuera de lo común. Ningún capitán se atreve a enfrentarse a ella. Otros elementos como el exhotismo de ciertos personajes, el panteísmo que despiertan las fuerzas telúricas del océano libre y la figura del marinero ayudan a completar la atmósfera.

El mejor punto a favor que tiene el cómic sobre la novela original es la tijera que obviamente se mete en todos los capítulos científico-descriptivos que Melville introduce sobre la caza de la ballena. Puede que sean interesantes para algunos, pero están totalmente fuera de lo que es la historia de ficcion, y hacen la lectura sumamente pesada, ya que dichos capítulos constituyen aproximadamente la mitad de la obra. Además, la atmósfera plástica conseguida por el dibujo y el color comulga perfectamente con lo que debe evocar esta historia.

Sin embargo, y a pesar del gran esfuerzo de ambos autores, y del apoyo de Didier Gonord en el color; la intensidad emotiva y poética de la obra original se ve rebajada en esta versión. En ocasiones los diálogos se ven trivializados, y las escenas de mayor peso pierden mucha potencia al ser simplificadas. Se podría haber explotado más la narración gráfica para expresar las sensaciones del ambiente y la naturaleza, tan importantes en la obra original; así como la verdadera fuerza de Moby Dick; que continúa en su afán destructor siendo presa de innúmeros arpones y estachas alrededor de su cuerpo.

En conclusión, tenemos una obra de grandísimas aspiraciones que, aunque no resiste el pulso frente a la novela original; dará inmenso placer a los amantes del cómic. Ojalá veamos más iniciativas como esta.


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martes, 27 de enero de 2015

Roberto Wong - París D.F.

Con una escritura sobria y moderna avanza esta historia caótica con la que Roberto Wong ha ganado el I Premio Dos Passos a la primera novela, como si de hacer el cóctel perfecto se tratase


París D.F. Se baña en sexo, violencia y corrupción, radiografiando lo que a simple vista no se ve de México; al estilo de Rodrigo Rey Rosa con Guatemala. Radiografías ambas crudas y reales; cinematográficas y sobrias en el lenguaje. Para prescindir de largos pasajes de prosa clásica Roberto utiliza una serie de recursos narrativos nada convencionales: Comienzos constantes in media res, cambios de personaje en la voz narrativa; y hasta cambios de persona gramatical en narraciones del mismo personaje. Esta búsqueda de la originalidad es interesante, aunque puede provocar cierta confusión.

La acción sigue los pasos de Arturo, quien ha superpuesto un mapa de París sobre el de D.F., ciudad en la que vive imaginando las correspondencias parisienses de todas las calles y lugares que frecuenta. Quien conozca el continente americano entenderá lo que simboliza París en el imaginario colectivo. La capital no oficial europea inmediatamente hace aflorar el viejo conflicto entre civilización y barbarie. Mediante la original técnica de los mapas superpuestos Wong consigue comunicar la metáfora de la ciudad añorada y su contraste con la realidad constantemente; así como situarnos en una ciudad imposible y ficticia, fruto de la desfiguración mental de su personaje. Así, Wong consigue literatura social fuera del costumbrismo. La deslocación a la capital gala de todo cuanto ocurre nos da aire nuevo en la lectura para no ahogarnos en el caldo caliente de D.F., y esto precisamente consigue que comprendamos la función de válvula de oxígeno que tiene París para Arturo.

La fuente de todos los males es el pensamiento, al más puro estilo pessoano. El pensamiento es lo que impide a Arturo, que es poeta, fluir con la masa enfermiza y mediocre que lo rodea; y tragarse el bocado agridulce del día a día. Su facultad de soñar otras realidades le hace tropezar con esta, provocando una suerte de andar cojo. Arturo acaba siendo absorvido por D.F., por su violencia y corrupción, por la intensidad de los sentimientos rotos y las carencias emocionales. Arturo cede ante la presión psicológica y se refugia en su ideal París.

En conclusión, Roberto Wong se estrena con un París D.F. crudo en el contenido: la presión de la realidad mexicana sobre la psicología individual y su progresivo desquiciamiento; e ingenioso en la forma, aunque quizá a precio de cierta claridad y belleza en el lenguaje. Es la visión de una nueva generación sobre el tema americano.


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miércoles, 21 de enero de 2015

3 generaciones de poesía social

La poesía no es un almíbar que cae de los cielos, ni los poetas sabios despistados que no pisan el suelo



Gabriel Celaya (1911 – 1991): LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Gabriel Celaya pertenece a una generación que vivió la Guerra Civil (1936 – 1939) ya como adulto, aunque joven. Combatió en el bando republicano y estuvo recluido durante un tiempo. Durante la primera posguerra llevó a cabo un proyecto de cohesión poética entre la llamada Generación del 27, El exilio y la demás poesía europea. Tras una breve etapa existencialista, participó del auge de la poesía social en los años 50, junto a otros autores como Blas de Otero. En este poema se muestra la clara voluntad que tenía este movimiento de hacer poesía popular, al alcance de todos y que catalizase las ideas y sentimientos comunes a la mayoría de la población de la época. También Pablo Neruda participó de este tipo de poesía.

Este poema en concreto ha sido musicalizado varias veces, siendo la más conocida la versión de Paco Ibáñez.


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas.
Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas sí nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.”


Manuel Vázquez Montalbán (1939 – 2003): SI SE SUPIERA


Este autor pertenece a una generación completamente diferente, ya que nació en el último año de la Guerra Civil. Su niñez, por tanto, transcurriría en la posguerra y su madurez llegaría cercana a la apertura social y económica del régimen franquista alrededor de los años 60 y 70. Este poema se escribe en ese contexto en el que España, aunque atrasada todavía, comienza a formar parte oficial de lo que se considera el mundo occidental (Europa, EEUU...). Vázquez Montalbán carga contra esta concepción del mundo en la que se explota a los “arrabales”; es decir, un mundo en el que se permite la barbarie, e incluso se fomenta, a cambio de una paz para unos pocos.

La falta de rima, la utilización de nombres propios, el hecho de mezclar lugares y personas que no tiene sentido real pero sí valor simbólico; dan las primeras muestras de la poesía moderna en cuanto a la forma.

" Si se supiera
lo que se presiente y no se dice
desde que Hiroshima
nos dejó sin habla
que la tercera guerra mundial
se ha declarado
que se muere
en los cuatro puntos cardinados
que crucifican la tierra en cruz gamada
lejos del parking amortizable
del supermercado de leches descremadas
de los lugares de vacaciones invernales
de las familias de hijos únicos
desplegables
lejos del Louvre y de la poesía tónica
lejos
muy lejos de la Plaza Roja y de la Casa Blanca
si se supiera
que a los vietnamitas del Líbano les abren en canal en Guatemala
más no se inventó el napalm para Le Bois de Boulogne
ni la violada de El Salvador será Miss Play Boy
en abril
aunque abril siga siendo el mes más cruel
en ésta guerra sólo se mata en los arrabales
el centro es ciudad abierta por mutuo acuerdo
entre el Bien y el Mal, mientras la ciencia
del alma calcula como calcular lo incalculable
por ejemplo
cuántos deben morir cada día en Etiopía
para que nos salga social
de pronto
la poesía. "



Manuel Vilas (1962): I LOVE WOODY GUTHRIE



Poeta vivo y activo en la actualidad. Menos de veinte años tenía cuando la muerte de Franco. Su carrera profesional se produjo por tanto en los años del desarrollo de la democracia. Nos presenta en este poema un ejemplo de expresión exhaltada y emotiva. Si bien no creo que haya que creerse este poema a pies juntillas (dudo mucho que lo crea el propio autor), hay que reconocer su valor a la hora de dar forma a un ideal. Pienso que más que un poema, Manuel Vilas nos regala aquí un himno. Disfrútenlo:




This poem kills fascists


Esta tierra fue hecha para ti y para mí.
Desde las costas de Galicia hasta el mar de Barcelona,
desde Cantabria hasta la ciudad de Tarifa,
esta tierra nos pertenece.
Deberíamos querernos más y caminar por los campos
con una sonrisa inacabable en el rostro.
Desde el puerto de Somport hasta las costas de Cádiz,
esta tierra fue hecha para ti y para mí.
Desde la lujosa nieve del Aneto
hasta la luz de Almería,
esta tierra fue hecha para ti y para mí.
¿Has visto el mar de Pontevedra, has visto la belleza
testaruda
del pueblo pirenaico de Gistain bajo el sol de mayo?
Todo nos pertenece. Esta tierra es nuestra.
Mi casa está abierta porque te quiero.
Nuestros antepasados decidieron matarse
porque eran gente sin imaginación y no amaban a Woody
Guthrie,
pero nosotros haremos el amor libre y repartiremos
las riquezas, porque está tierra es nuestra.
Repartiremos el oro,
porque repartir el oro es fascinante.
Si te despiden en Madrid, yo te daré mi empleo en Sevilla.
Si te despiden en Bilbao, yo te daré mi empleo en Valencia.
Si te despiden en Valladolid,
yo te daré mi empleo en Santa Cruz de Tenerife.
Si nos despiden a todos, venid a mi casa,
os daré lo que tengo.
Desde las costas de Galicia hasta el mar de Mallorca,
repartiremos todo nuestro dinero, nuestras casas,
nuestros maridos,
nuestras mujeres,
nuestro plan de pensiones,
nuestros coches,
nuestros excelentes trabajos,
nuestras rentables empresas,
compartiremos todo,
porque compartirlo todo es deslumbrante y es nuevo,
la vanguardia de lo que vendrá.
Mi casa es tuya porque te quiero,
porque quererte es revolucionario y es apasionante.
Para ti y para mí, en nuestro honor, fue creada la tierra.
Desde las costas de Galicia hasta el mar de Barcelona,
desde la cima de los Pirineos hasta los vientos de Tarifa,
esta tierra fue hecha para ti y para mí.
Desde el mar de San Sebastián hasta el mar de Málaga,
no habrá pobreza ni alienación ni humillación ni tristeza
sino hombres y mujeres libres,
haciendo el amor en medio del campo,
en medio de los ríos,
en medio de las tormentas,
en medio de las calles,
en medio de los caminos,
bajo la luna.
Y seremos felices aquí en la tierra.
Esta tierra fue hecha para ti y para mí.”