viernes, 10 de abril de 2015

El mono-hombre de Kafka

Hoy he visto una cosa curiosa que me recordó automáticamente un relato de Kafka. Fue un perro, de calle, caminando por la acera. Él llegó a un cruce de cuatro calles, y se detuvo frente al paso de cebra. Aunque evidentemente no observó el semáforo, se pudo apreciar cómo atravesó por el paso de peatones a la calle de enfrente, y luego a la de la derecha, de nuevo por el paso de cebra. Podía haber atravesado en línea recta, por el medio de la carretera; sin embargo, por algún motivo no casual prefirió los pasos habituados a tal fin.


Un ejemplo de lo que ya Kafka interpretó en su tiempo: la humanización de las especies. Su relato, trata sobre un mono-hombre (que no hombre-mono) el cual explica frente a un auditorio, con las palabras más elegantes y el razonamiento más fino de los humanos, su paso de mono común a mono humanizado, habiendo aprendido los modales y el habla. Esta observación, sin duda ciencia ficción, posee también un componente real en la base, al estilo de H.G. Wells; quien trató también el tema en su Isla del Dr. Moreau.


La diferencia entre estos dos autores es que Wells, que imagina a través del optimismo científico de la época, presente el asunto como un experimento cruel. Para él, se trata del humano manipulando la naturaleza, metiendo en ella su mano fisgona y torturándola. Presenta, por ello, animales humanizados, que son monstruos. Si bien he sentido siempre una gran admiración por Wells y su forma de extender mediante la ciencia ficción ciertas realidades humanas, en este punto me parece más acertado el trato de Kafka. Su mono-hombre no sufre en absoluto una transformación desvirtuada, no es un monstruo, parece ser más bien un cambio nacido de la propia naturaleza del animal expuesta a determinadas condiciones. Su personaje manifiesta que su humanización (total en costumbres, medio de vida, hogar, etc...) no fue ni un sufrimiento ni una mejoría. Evitando la tentadora idea de pensar que para un mono sería grato volverse humano, Kafka escapa de este antropocentrismo y pone en boca del protagonista la expresión de que su metamorfosis no fue ni grata ni desagradable, sino indiferente.


Ese creo que es el punto clave del asunto. Pues esa indiferencia es con la que cambian las costumbres y la vida adaptándose a las circunstancias. El hecho de que las especies evolucionen no es ni mejor ni peo, simplemente es. Y así ejemplos como el del perro callejero demuestran cómo no solo las personas nos adaptamos a las urbes, sino que los animales que comparten nuestro entorno también lo hacen. Hoy se sabe que las condiciones de vida influyen en el genotipo, y por tanto se dan cambios y mutaciones según el estilo de vida y las habilidades más desarrolladas por un ser vivo a lo largo de su vida. Por tanto, cuando veo que perros cruzan adecuadamente la calle, que los gatos imitan tonos humanos que mueven a empatía, que a los loros se les pide que hablen y demás... Me pregunto cuán lejos estamos de ver algo así como el mono de Kafka. Y nosotros mismos... ¿En qué nos podremos convertir?

También te puede interesar:



No hay comentarios:

Publicar un comentario